martes, 4 de agosto de 2009

Aun creo creer

A veces se me olvida la desesperanza. Me amanece. Juguetea la brisa entre las cortinas.
Me inundan mundos de luz, cuerpos celestes, parece que alguien, en algún lugar, creó algo mágico. Algo sin idiomas ni barreras de edad o sexo. Algo mucho más profundo que unas convicciones o un ideal.
Místico.
Algo que entra salvajemente a través de la piel y te acaricia el corazón. Canta en el alma. Seduce. Ilumina.
Unas manos corruptas y sucias que crean halos de misterio. Una moral más que tachable que puede enseñar a vivir de otra manera. Un mago con defectos de fe y de camas. Un alquimista perdido en líos de faldas. Hace magia igual.
Un maestro sin juicios ni cargos. La magia importa, no tanto la mano que chasqueó los dedos.
Por eso a veces se me olvida la desesperanza.
Pese a todo aquello que repugna del mundo. Pese a las tragedias, los odios, el rencor... aun podemos dejarnos iluminar por algo, por algo que alguien creó. Algo en lo que alguien creyó. Unas manos perecederas capaces de hacer algo eterno.
El arte te ahoga tan suavemente...
Baila conmigo este vals que alguien creó. Mécete con estos pasos que inventaron. Luego nos diremos unos versos que leímos, que un poeta muerto de hambre, sucio y sifilítico escribió y que describe mejor el amor que nosotros que tanto nos amamos.
Cuéntame una historia anónima y asómbrame.
Sólo quiero el placer de las palabras.
Hazme vivir.
Así.

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