martes, 17 de agosto de 2010

Dolor a solas

Estoy en pleno culmen de destrucción. En el punto álgido exacto de la catarsis.
Estoy en ese segundo maldito en el que todas las paredes de un edificio se te caen encima y respiras polvo y yeso hasta que crees que te ahogarás.
Que no sales de esta, pequeña. Reza lo que sepas.
Me acuerdo de ti, joder, no puedo olvidarte. Me escuecen estos párpados traidores que decían que me salvarían los ojos, pero no lo hacen, nadie lo hace.
Me han abandonado sola con mis demonios. Me han dejado aquí entre los escombros, entre la nada, con una botella de cerveza y un negro infinito paseándose ante mí.
Maldita sea.
¿Dónde estás?
Aun puedo verte.
Puedo ver esa sonrisa marchita y mezquina tan encantadora. Tus profundos ojos marrones y tu voz fría. Tus manos pequeñas y fuertes.
Mi pequeño gigante ¿Dónde estás ahora?
¿Cómo puedo despedirme de ti? ¿Cómo? Con veintidós años... ¿Cómo? Maldita sea... con toda una vida por delante.
Hoy ya no brindo a tu salud, si no a tu recuerdo. Esa cerveza que no nos tomamos nunca juntos.
Esos recuerdos de tu mano en mi espalda. Tus palabras cariñosas y protectoras que ya no volverán.
Dime ¿Qué hago ahora? ¿Qué significado tiene todo esto? Ni siquiera te echaron de aquí, te fuiste tú. No pudimos ser suficientes, no pudimos ayudarte, no pudimos darte lo que necesitabas.
Hoy es todo tan negro ¿Sabes? Tan peregrino... tan incomprensible, tan necio... si sólo eras un niño.
Es que no puedo soportarlo, no puedo soportar que te hayas ido.
Ahora pienso en los que están aquí, en todos los que han llenado mi vida estos últimos años, en todos los que me han ayudado, me han apoyado, me han mantenido viva y sí, no es una simple expresión, es tan real que incluso a mí me asusta.
No podéis empezar a dejarme...no tenéis derecho...
No puedo asumir que no te veré más... pequeño führer, peladete... no puedo...

miércoles, 7 de julio de 2010

Ausencia de cómplices

Hoy tengo ganas de hablar con alguien, pero no sé con quien. Hoy necesito un abrazo sin preguntas ni explicaciones. Necesito poder creer en algo.
He perdido en el camino muchos pilares importantes. Muchas personas en quien confiaba que se han ido distanciando con el paso del tiempo. Me he llevado decepciones y me he sentido sola, pero en días como hoy nada de eso parece realmente importante.
En días como hoy buscas un hueco pequeño y acogedor donde cobijarte. Una gran cama mullida, fresca y tranquila en la que dormir e intentar olvidar.
Que las horas pasen rápido.
Como balas.
Pero yo no sé a quién acudir. Quién entenderá mi dolor como yo lo siento. Quién tendrá esa maravillosa empatía de entender con una mirada cómplice lo que no soy ni seré capaz de expresar con palabras. Porque hoy puedo escribir, pero no puedo hablar.
Mi voz se apaga. Ni se escucha. Ahora ya no hay nada que decir. No hay momentos que recuperar, no hay disculpas que dar, ya no vale un "tenemos que vernos, que hace media vida que no sé nada de ti". Ya es tarde.
Ahora ¿Cómo vas a encontrar a alguien que sepa qué estás pasando? Si te has pasado la vida queriendo mantener relaciones atípicas. Hoy no eres la clásica nada. No eres, ni fuiste, ni serás nada oficial, pero duele... vaya si duele.
Yo siento en las sombras, a solas, así lo elegí, pero a veces me gustaría, aunque sólo fuera por un momento, volver a recuperar la confianza en alguien, la suficiente, como para poder llorar sin que doliese, para poder dejarme consolar sin sentirme estúpida y débil, para poder decirle a alguien que le quiero, aunque suene a frase hecha, aunque no se hable de amor. Aunque sea un te quiero para recordarle que tiene un sitio en tu pequeña vida, en tu destartalado mundo. Para que sepa que es especial.
No quiero acabar odiando tanto todo esto como para querer marcharme para siempre... como tú te has ido... cuantas vidas habrás marcado... y nunca lo sabrás. Pero nosotros jamás te olvidaremos. Nunca. Pase lo que pase. Yo no borraré ni uno sólo de tus recuerdos. Los escribiré uno a uno con todo detalle si es necesario.
Haré todo lo que pueda para que al menos vivas en mí.
Me siento tan... impotente... tan... desvalida... tan... apartada. Tan hija ilegítima de padres ausentes.
Ya no sé por qué pasan estas cosas. Ya no sé nada.

miércoles, 28 de abril de 2010

Vacío

Estoy sentada junto a la ventana. Al lado de un sofá vacío. Vacío de verdad.
Hoy lo estoy viendo como es realmente. Sin ningún fantasma. Sin ningún sueño atrapado en una figura humana y delirante. Sin ningúna esperanza.
Hoy no veo un consuelo con la cabeza hundida entre os cojines del sofá.
Siempre he podido visualizar una compañía deseable. Siempre. Un rostro amigo. Unos ojos profundos y misteriosos. Un gesto de complicidad de alguien conocido (total o parcialmente). Una amiga y su comprensión infinita.
Una voz dulce.
Una mano grande, fuerte y cálida.
Pero hoy, hoy por (tercera, cuarta, quinta..) primera vez no veo a nadie.
No veo nada.
No sé si ya estoy tan vacía por dentro que ni puedo proyectar un deseo. Si no puedo reflejar un espejismo de lo que quiero, de lo que realmente quiero. Quizá no quiero nada. No quiero a nadie. Y ni siquiera deseo que cambie.
No hay en quien pensar.
Sé que hay muchos especiales. Sé que mil buenas ofertas han caducado. Que muchos trenes estupendos han pasado, pero pese a la soledad que me traen estos días no me arrepiento de ni una de las decisiones que tomé ¿Por qué?
Estará en mis genes.
Estará enterrado en mi conciencia, tan al fondo, que no puedo verlo. Quizá he perdido la fe o se ha marchado por no profesarla. Quizá todo se fue a la mierda en algún momento del que no me acuerdo. La ilusión, juguetona, se escapó.
Ahora creo que no puedo sentir, ni siquiera, nostalgia de alguien, de algo, de algún buen momento. No puedo sentir más que vacío y tristeza. Agridulce tristeza que ya ni me hiere como antes. Antes. Cuando tenía algún motivo.
Ahora sólo está ahí y es... cálida. Es un sentimiento que recuerdo fielmente. Que me hace recordar que estoy viva, que quizá quede esperanza. Que aun no estoy totalmente hueca.
El sofá está vacío, sí, pero es bonito.
Aun es bonito.

Contra todos

Un río de personas va cayendo por la calle. Llegan a la esquina y parecen una catarata. Aluviones de la misma ropa,la misma cara, los mismos gestos... .
Ellos y yo. Dos dimensiones en la misma ciudad, el mismo metro cuadrado. Yo naufrago, entre mundos imaginarios de humo color lavanda. Me volatilizo como una mariposa pintada de grafito. Espolvoreando una sustancia brillante y profundamente gris.
No entiendo su amor.
No entiendo sus sueños.
No entiendo su vida.
Leo en el brillo de sus ojos una felicidad que no comprendo. Veo que ella le abraza y mañana a otro y pasado a otro más y siempre le brillan los ojos igual. Tengo envidia. Pero no lo entiendo.
Todos celebran algo, siempre. Un cumpleaños. Una boda. Una fiesta. Y yo... yo no quiero ver pasar el tiempo, no quiero ver como un día especial se convierte en un día normal con algo más de colores y música.
No quiero ver un amor en el que no creo delante de un señor vestido de negro y bajo una corona de flores artificiales. Sonrisas artificiales. Son artificiales.
Aun así, ellos, todos, me miran con lástima. Me desean que les pueda entender tarde o temprano. Dicen que así seré feliz. Que lo que ellos viven es maravilloso.
Cuando el tiempo pasa el odio llega y quienes se amaban no pueden compartir el mismo oxígeno.
Para mí, un sentimiento, es eterno.
Para mí, amar, es ilimitado.
Para mí, cada nueva persona en la vida es una nueva lucha. Una nueva pelea. Un pulso entre sentimientos encontrados, planes y recuerdos.
Cada fecha, cada rostro, cada momento es una imagen más en mis sueños de cada noche. En mi historia. En las páginas clavadas en cada pared de mi habitación. La vida entera.
¿Cómo puedo entenderles? ¿Cómo puedo pensar que todo es función del momento, que es efímero, que quien viene se va y eso no importa?
No puedo.
No puedo entenderlo.
Pero no me importa ir contra todos. Mientras siga fiel al instinto que me recuerda que no es una guerra. Que no es un conflicto. Que son dos mundos diferentes. Dos distintos ritmos.

jueves, 18 de marzo de 2010

La foto

Vaya... qué buena foto ¿Cómo dice que se llama? Pablo.
Pablo.
Es guapo... sí... bueno quizá tiene la nariz un poco grande y gesto de estar enfadado, pero es guapo. Sí señor, muy atractivo.
¿Cómo se describe? Bien, bien, parece que pone tildes y usa mayúsculas. En un momento como el que se vive ahora casi dan ganas de soltar unos cuantos vítores. Alguien que decide escribir bien cuando no sólo no es necesario sino que además no está de moda.
Se le marcan las venas en los brazos ¿Estará fuerte? Parece que sí, tiene los hombros anchos, como Platón, tiene brazos de poder sujetarte si vas a caerte. Me gusta.
Tiene los labios gruesos, quizá demasiado para un hombre, pero puede que sólo sea cosa de la foto, ya se sabe.
Parece que viste de forma sencilla, eso es bueno, es... masculino. Es claro y conciso. Unas pocas líneas de descripción, una camiseta azul marino de algodón de manga corta ¿Para qué más? Si realmente lo bonito está en la cruda sencillez.
Tiene pinta de ser buen amante, es posible que no del todo buen marido, pero psé, somos jóvenes, tampoco buscamos ahora un esposo, buscamos algún caballo salvaje al que domar, aunque se nos vaya en ello el desayuno y la paciencia.
Me imagino curándole una herida en el labio después de una pelea, pero también me lo imagino ayudándome a hacer la cena un sábado lluvioso.
Le veo casi sentado en el sofá.
Huele a cuero y madera.
Tiene unas manos bonitas, parecen fuertes, pero delicadas ¿Será estudiante? Si lo es... siendo tan conciso ¿Será ingeniero? ¿Arquitecto? ¿Existirá?
He visto a Pablo una vez, en una foto y de repente, Pablo ya es estudiante universitario, un cabeza loca solitario y un amante excelente. Huelo la cena que está haciendo en mi cocina. Le siento tocándome la espalda para invitarme a entrar en un bar.
Pablo "es" en mi cabeza.
Pablo...
No digas nada más. Así eres perfecto.

lunes, 22 de febrero de 2010

Agridulce

Hoy tengo una sensación especialmente agridulce. Unos recuerdos turbios de unas palabras vacías. Hoy tengo un extraño espectro de vacío apoyado entre las costillas. Un ataque personal a mi propia noción de justicia.
Muchos me han fallado, muchos. Ya ni siquiera duele. Sólo parece un baile sin final en el que siempre suena la misma canción y todos llevan las mismas máscaras.
Pasan mil momentos, caen chaparrones y suenan truenos, pero sigue siendo una tormenta tras otra aliñada con retazos de sol, que solamente dan respiro a los nubarrones cargados de hastío y de malos momentos.
No os necesito, ni os hecho de menos, parece que simplemente estoy esperando a que todo se vaya lentamente a la mierda. Sí, a la mierda, soy lo suficientemente cauta y señorita el resto del tiempo para poder permitirme un despropósito cuando realmente sea menester.
No me hacéis ningún favor con vuestra presencia.
He aprendido a ver más allá de una situación embriagada de soledad y de noches con camas vacías. Palabras que reboten en las propias paredes, la única compañía de la serenidad y la imaginación. No necesito marionetas para que me cuenten de nuevo una historia que alguien inventó y parece que hay que cumplir.
Yo sé escribir mis propios guiones.
Aprendí a que es necesario vivir la vida en armonía. En armonía de uno mismo con la inmensidad del mundo, del universo, pero estando en paz con lo que somos, siendo sinceros, primero, con quien nos mira cada mañana en el espejo.
Yo sé lo que quiero.
Sé a quien quiero.
Pero darme cuenta de ello cada día, no hace más que dejarme una sensación agridulce.
Dulce por los días que vienen, por mejorar en cada momento, por elegir por mí misma, por luchar por lo que quiero, por ir consiguiendo lo que necesito.
Agrio por todos los que se quedaron atrás... porque quisieron.

sábado, 9 de enero de 2010

Gracias por la cerveza

Le vi abriendo su nueva guitarra con una sonrisa agridulce en los labios. Porque me vi en él, porque le vi en mí.

También me asustan los cambios y me gusta la soledad. Aun así me siento sola y me importa sólo a ratos.

Necesito una dosis de diferencia para seguir viviendo de una forma entusiasta y no-mecánica. Mis pies se mueven solos como si llevara una enorme llave en la espalda a la que el despertador da cuerda.

Vuelve a sonar el móvil y sigue sin importarme. Tu voz suena mejor en mis sueños. Suena genial cuando creo que está cerca de mi oído y, aun así, cuando miro el sofá suave, mullido y vacío me lleno de paz. Una paz maravillosamente pura. Una paz sin una pizca de pasión ni alegría. Y es maravillosa por ser así, tampoco querría un amor lleno de calma.

Hace tiempo que no encuentro lo que busco y me da igual porque no busco nada. Escribo a mano con un bolígrafo de cartón de propaganda en un folio sucio, aunque tal vez luego lo pase a ordenador para fardar delante del mundo de lo jodidamente bien que escribo. Que sea cual sea el medio soy capaz de dar un vuelco a corazones.

Mi alma sigue estando pegada a estas letras.

Ahora mismo no echo nada de menos y no sé hasta qué punto es triste, pero si miro de reojo me parece verte apoyado en el otro extremo del sofá y me gusta, casi puedo sentir tu mano acariciándome el pie, envuelto en esos preciosos calcetines térmicos.

Casi puedo olerte.

No me importa cuántas mujeres te sueñen a la vez que yo, no siento a ninguna como rival para mí porque, como dirían en la peli de James Cameron “yo te veo”.

No soy la distinta, ni falta que hace, soy como tú y eso me hace llegarte. Aunque no estés, existes. Con eso me vale.

Se me cierran los ojos porque la cerveza me burbujea el sueño. Soy patética y aun así conservo cierto brillo en los ojos en forma de encanto.


“Esta noche te abrazaría, creéme, te besaría...”


Cerraría los ojos y oiría tu voz, te tocaría telepáticamente, con las puntas de mis sueños. Te besaría en la distancia como una princesa de moral distraída hace con el mozo de cuadras.

Te haría saber que eres tú y sólo tú, por encima del mundo.

No nos engañemos, no soy una romántica, simplemente sé decir lo que siento mejor que cualquiera, no me avergüenza sentirme débil ni me asusta perder. No siento que esté compitiendo, no aquí, no en esto.

Además, todo esto no es tan tangible como para resultar una amenaza, así que aun puedo permitirme ciertas licencias.

Ya asumí la derrota a largo plazo, esa que dice que voy a morir sola. No sé en qué momento de mi vida la cagaré definitivamente para llegar a ello, pero sé que, si es ahora, podré pasarme la vida haciendo mi santa voluntad, no habrá nada que temer entonces. Por eso aun estoy tranquila.

Casi me da más miedo comprobar que el mundo es mejor con alguien a mi lado sabiendo que cada paso puede ser el último, si fallo puede ser fatal.

Te haré caso y me iré a dormir, olvidaré que esta noche ha existido y quemaré este folio para así purificar su alma..

Gracias por existir e inspirarme estas palabras. Cuando no estés, mucha tinta morirá sin haber vivido nunca. Puedes estar muy orgulloso de quien eres. Con sólo una pizca mira lo que has inspirado en mí.